Mendoza, con su ritmo sereno y verde intenso, revela uno de sus secretos mejor guardados en Riccitelli Bistró. Bajo una fachada discreta, el restaurante despliega un interior donde la luz dorada se filtra suavemente, acariciando superficies de madera oscura y destellos de metal cepillado. La esencia mendocina se percibe desde los detalles: arte mural de inspiración local, textiles austeros y un ambiente que equilibra la elegancia contenida con una energía creativa apenas insinuada. El espacio invita a la contemplación, sin grandilocuencia, priorizando una atmósfera en la que el comensal se predispone a la sorpresa.
La carta de Riccitelli Bistró nunca es la misma dos veces. Juan Ventureyra, al mando de la cocina, articula cada menú como un recorrido por las estaciones del año y por la paleta de colores y sabores del entorno. Los insumos son elegidos con sobriedad —preferentemente pequeños productores y varietales autóctonos— y la manipulación es precisa, sin adornos innecesarios ni artificios que distraigan. Aquí, la creatividad emerge en los matices: tubérculos andinos transformados en cremas aterciopeladas, hojas frescas con notas cítricas, sartenes que realzan la rusticidad de las carnes sin eclipsarla.
La filosofía de Ventureyra se siente en el respeto absoluto por el producto, pero también en la curiosidad por explorar sin estridencias las posibilidades del entorno. El menú avanza en sintonía con la temporada: en primavera, la ligereza de los brotes, los aromas de huerta y vinagretas sutiles; en invierno, guarniciones de raíz y fondos oscuros que cobran protagonismo. La presentación de los platos sigue ese mismo hilo conductor: montajes depurados donde la atención se posa en el color y la textura del ingrediente central. Nada se interpone entre el comensal y el sabor; todo confluye hacia la integridad y la autenticidad.
El reconocimiento de la guía Michelin refleja este compromiso con la excelencia culinaria, aunque la distinción no ha mermado el carácter exploratorio del bistró. No existen platos que perduren de modo permanente, pero cada visita promete descubrimientos inesperados: un equilibrio preciso entre técnica contemporánea y homenaje al terroir local. Riccitelli Bistró se distingue por esa identidad mutable pero coherente, donde lo esencial nunca resulta austero ni la innovación se aventura al vacío. La experiencia se revela así: sobria, tan sutil como memorable, tejida con la propia cadencia de Mendoza.
