En el entramado urbano de Palermo, Franca – Fuego y Vino emerge como uno de los espacios donde la nueva parrilla argentina se piensa y se vive. A simple vista, la fisonomía del local ya marca el diferencial: el ladrillo desnudo en las paredes dialoga con el hierro forjado de las estructuras, mientras la madera maciza de las mesas suma un peso visual y táctil que imprime carácter. Las luminarias, de calidez precisa, matizan la sala con destellos ámbar, configurando una atmósfera propicia para el ritual del asado reinterpretado.
El centro gravitacional de Franca no es otro que la parrilla, visible y siempre encendida. Aquí, el fuego opera como hilo conductor: las llamas bailan detrás de una barra donde el comensal sigue, casi en silencio, cada movimiento del equipo. Hay algo de teatralidad, contenido y sobrio, donde cada corte de carne reposa sobre las brasas hasta alcanzar un punto medido con oficio. El aire, marcado por aromas a leña y grasa chisporroteante, anticipa una experiencia que es tanto instinto como técnica.
No resulta azaroso que la carta subraye el producto local. La filosofía de cocina que se respira es la de un respeto esencial por la materia prima: carnes elegidas, embutidos artesanales, verduras frescas de estación, todos convierten a la leña en su lengua común. Los platos se presentan con una estética deliberada, donde lo rústico se refina sin caer en artificios. Un ojo atento notará cómo los vegetales a la brasa reciben el mismo esmero que los cortes de bife, y cómo cada guarnición —papas doradas o ensaladas de textura crujiente— está pensada para acompañar, nunca opacar.
La selección de vinos actúa como extensión natural de la propuesta. Aquí, cada etiqueta nacional parece elegida para dialogar con los ahumados y la intensidad de la carne, revelando matices que definen la experiencia sin necesidad de parafernalia. Lejos de la repetición de clichés, Franca apuesta por una modernidad contenida, donde la técnica se pone al servicio de la tradición sin artificios superfluos. Aquellos que buscan una aproximación auténtica y contemporánea a la parrilla argentina encuentran en este escenario una visión clara: el fuego no es solo método de cocción, sino también un homenaje a la esencia del comer porteño actual.