Manzanilla se abre ante los comensales como un espacio donde la gastronomía de Ensenada alcanza una expresión sobria y contemporánea. Al cruzar el umbral, la sala despliega una atmósfera donde la luz natural recorre superficies de madera clara y se funde con elementos industriales, mientras sutiles detalles náuticos insinúan la proximidad del mar sin recurrir a lugares comunes. El ambiente es aireado, dominado por una distribución generosa de las mesas: cada ángulo deja percibir tanto la sinfonía de la cocina como el latido portuario de la ciudad. Aquí, cada detalle parece calibrado para no distraer del verdadero protagonista: la experiencia sensorial en torno al plato.
La carta de Manzanilla gira en torno a una cocina de autor que descansa sobre la estacionalidad y la pureza de los ingredientes de Baja California. No hay estridencias; en cambio, domina una estética limpia y una construcción de sabores que respeta la naturaleza de cada producto del Valle de Guadalupe y los litorales cercanos. El mar aparece como hilo conductor, con pescados y mariscos recién traídos trabajosamente realzados: emulsiones cítricas, encurtidos suaves y hierbas frescas se combinan para hilvanar matices de acidez y ahumados. Platillos como los ceviches recién reinterpretados o pescados blancos en guiso ligero dejan entrever una técnica depurada donde se privilegia el equilibrio sin aspavientos.
El diseño contribuye a la sensación de apertura y pausa: las ventanas permiten que la brisa costera suavice el ritmo del almuerzo, mientras una cuidada selección de vinos regionales sugiere nuevas direcciones al paladar. Manzanilla se distancia deliberadamente de la suntuosidad visual; en su lugar, la presentación de los platos es precisa y sobria, permitiendo que los colores vivos y las texturas de los ingredientes hablen por sí mismos. Aquí, la identidad local no es un motivo decorativo, sino una directriz constante en la elección y manipulación de cada elemento del menú.
La filosofía del chef se manifiesta en cada bocado: una defensa de la materia prima regional, una afinidad por las recetas mediterráneas reinterpretadas sin rigidez, y la aspiración constante de que el plato comunique el territorio sin traicionar la innovación. Manzanilla nunca sacrifica autenticidad por espectáculo, y eso lo sitúa como uno de los referentes en la transición entre la tradición gastronómica bajacaliforniana y un lenguaje moderno, donde cada experiencia resuena con la esencia del entorno.
