Hay restaurantes que despiertan la curiosidad no solo por su propuesta culinaria, sino por la coherencia sutil que une todos sus elementos. Alanya es uno de esos espacios donde la personalidad de la cocina y el concepto de su chef, Zara Alanya, marcan la pauta desde el momento en que se cruza la puerta. El ambiente resulta inesperadamente luminoso gracias a unos techos altos que dejan pasar la luz barranquina, intensificando la calidez de las maderas y los tonos neutros que predominan en paredes y mobiliario. Obras de arte seleccionadas, piezas de cerámica artesanal y textiles discretos invitan a observar el entorno con la misma atención que se dedica a descubrir los matices de un plato.
La apuesta de Alanya se reconoce al primer vistazo en cada presentación, donde el sentido de la estética no busca deslumbrar, sino realzar lo esencial. En la carta, la temporada y la procedencia de cada producto forman el hilo conductor. Los vegetales frescos cortados en el momento preciso conservan texturas y colores vibrantes; los pescados y mariscos, traídos a diario del litoral limeño, son tratados con una técnica que revela la preferencia de Zara Alanya por la pureza y una intervención mínima pero precisa. La filosofía de la chef apunta a la revalorización del producto sin ornamentos, articulando platos en los que cada elemento encuentra sentido y lugar propio.
Uno de los ejemplos más emblemáticos es la pesca del día en salsa de ají amarillo. Sobre una base de tubérculos nativos dispuestos con equilibrio, el pescado revela capas de sabor, resaltadas por sutiles matices cítricos y una salsa donde el ají amarillo aporta profundidad, más que protagonismo. La composición es cromáticamente precisa pero sin excesos, y la línea entre tradición limeña y reinterpretación contemporánea se dibuja con mano firme.
Las entradas mantienen esa pauta de sobriedad. Los cortes de pulpo en tiradito, apenas tocados por emulsión de aceituna negra y delicados brotes, presentan una versión contenida de un clásico costeño, donde la memoria palatal se cruza con el presente. Los postres reiteran el compromiso con la frescura, evitando redundancias dulces y buscando duración en boca más que contundencia.
La atmósfera acompaña; la luz cálida y difusa favorece el ritmo pausado de la degustación y la conversación, mientras que la decoración minimalista genera un marco propicio para dar protagonismo a cada plato. En Alanya, la excelencia es resultado de un criterio exigente y una identidad definida: la cocina se piensa desde el producto y el entorno refuerza esa búsqueda de armonía.
