Un paseo por Avenida Olazábal revela un enclave singular donde la tradición parrillera porteña adquiere un pulso contemporáneo y meticuloso. Corte Comedor es mucho más que un asador moderno: es un manifiesto de respeto por la carne y por el acto de asar, planteado desde una visión donde cada detalle tiene un peso específico. Al entrar, el ambiente se compone con la sobriedad de maderas claras, hierro forjado y líneas limpias, reforzado por la luz cálida que realza sutilmente la textura de los materiales. El aire se impregna de un aroma reconocible, ese humo tibio que se convierte en promesa de una experiencia honesta y profunda.
No es difícil entender por qué la gran parrilla a la vista es tanto un espectáculo como el eje conceptual del espacio. Ahí, sin artificios, la materia prima se enfrenta al rigor del fuego. La filosofía de la casa, que responde a la mirada minuciosa del chef, se basa en potenciar la identidad del producto sin distraer al comensal con ornamentos innecesarios. La carta es precisa, centrada en cortes de raza superior que, tras un proceso de selección enfocado en maduración y origen, llegan a la mesa tratados con sobriedad y exactitud. El menú se despliega en bifes jugosos, ojo de bife de gran terneza o asados cuya crocantez y punto hablan del dominio absoluto de las brasas.
El carácter del restaurante emerge también en la forma en que se armonizan detalles sensoriales: el color terroso y áspero de la vajilla, la disposición pausada de cada pieza sobre la mesa, y la sutil laca en las carnes, apenas necesaria para potenciar su brillo natural. Aquí, el protagonismo es absoluto de la carne, celebrada desde la simpleza, sin intervenciones que opaquen el gusto puro, ni acompañamientos superfluos que fragmenten la experiencia. El menú seduce por su transparencia: no hay exceso de salsas ni guarniciones abrumadoras. Cada bocado cuenta la historia de la raza, la alimentación y el entorno de cada animal; la textura y los jugos de los cortes denotan un proceso de cocción que privilegia la paciencia y la escucha atenta al fuego.
Todo responde a una lógica que prioriza la autenticidad y el rigor argentino en la parrilla, desde la selección de insumos hasta el pulso del asado final. La presencia entre los mencionados por la guía Michelin ratifica este enfoque deliberado: Corte Comedor destila solidez conceptual y una ejecución que evita la espectacularidad vacía, situándose como referente entre las mesas porteñas donde la carne es un arte esencial y tangible.