Basta atravesar la puerta de Fitó para comprender que aquí la cocina brasileña no es un mero ejercicio de nostalgia ni una reproducción literal del recetario tradicional. Lo que se percibe al entrar es la convicción de una mirada contemporánea, respetuosa de las raíces pero sin ataduras, donde la memoria culinaria se convierte en punto de partida para explorar posibilidades insospechadas en cada plato. La luz natural que inunda el local dialoga con la madera cálida y la vegetación dispersa, proponiendo un ambiente pulcro, sereno y salpicado de elementos del nordeste brasileño que se descubren con el paso lento por la sala.
La carta de Fitó invita a un viaje sensorial hacia el interior de Brasil, reinterpretando ingredientes como la mandioca, los pescados locales y la variedad cromática de frutas y especias en versiones despojadas del artificio. Aquí, cada preparación revela un proceso minucioso de depuración: farofas crujientes y aromáticas acompañan carnes marinadas con matices sutiles de especias autóctonas; fondos de caldos densos y vegetales ahumados traen el eco de fogones tradicionales sin renunciar a la presentación elegante, casi escultórica. Se siente la precisión del oficio en la geometría de los emplatados, en la armonía entre colores y texturas: la cerámica artesanal realza los tonos ocres y verdes de los ingredientes, invitando a una exploración pausada.
En Fitó, la modernidad se expresa desde una filosofía culinaria que reivindica el rigor técnico y la creatividad contenida: la chef—anclada en su herencia nordestina—se orienta a mostrar la riqueza de Brasil evitando el exceso y privilegiando la pureza de los sabores, el equilibrio y la naturalidad. Cada plato es reflejo de una búsqueda por extraer la quintaesencia de los productos locales, sin concesiones a la estética superficial ni a la pirotecnia culinaria.
La atmósfera, cuidadosamente planeada para sintonizar con el ritmo de la ciudad, aporta un contraste sugestivo entre el bullicio exterior y la calma interior. Los ventanales enmarcan el trasiego urbano solo como un murmullo distante, permitiendo que la atención se pose plenamente en los aromas y la textura de la comida. Fitó, distinguido por la Guía Michelin, logra así una fidelidad sin aspavientos a la identidad brasileña, donde la tradición rural y la sensibilidad contemporánea encuentran un territorio común: el de la autenticidad cocinada a fuego lento y mirada fresca.
