En el dinámico entramado gastronómico de Ipanema, Toto surge como un espacio donde la cocina contemporánea carioca se expresa con sutileza y criterio propio. Su entrada discreta, en una calle arbolada y bulliciosa al mismo tiempo, conduce a un salón profundamente armónico: la madera clara, casi mate, domina las superficies y contrasta con toques de verde en pequeños jardines verticales y arreglos florales elegidos con gusto sobrio. Las mesas, generosamente espaciadas, invitan sin urgencias, mientras una luz cálida y repartida recorta las siluetas de comensales y platos, generando una atmósfera donde nada parece impostado.
Más allá del ambiente, la filosofía que dirige la cocina de Toto es la de una reinvención constante a partir de ingredientes frescos—muchos provenientes de pequeños productores del estado—y una mirada curiosa hacia influencias globales, especialmente mediterráneas. Si bien el menú cambia con las estaciones, la carta mantiene una lógica de equilibrio: platos de mar y tierra con presentaciones en capas, guarniciones crujientes y emulsiones ligeras que nunca roban la escena al producto principal. El uso de pescados de la costa local, preparados con técnicas de cocción controlada y finalizados con aliños suaves o toques cítricos, marca una constante en la propuesta. Del mar provienen, por ejemplo, combinaciones de crudo y vegetales frescos, aportando un contraste de temperaturas y texturas que se agradece en cada bocado.
Entre los cortes de carne, se privilegian los locales y las maduraciones justas, presentados con acompañamientos vegetales de estación y jugos reducidos, sabrosos, pero sin caer en exceso. Resulta notable la atención dedicada a platos vegetarianos, elaborados con pulcritud y enfoque creativo: tubérculos asados al carbón, emulsiones de hierbas y semillas que aportan matices frescos y juegan con intensidades. Cada composición llega en vajilla de cerámica artesanal, piezas únicas, de formas imperfectas y tonos terrosos, enmarcando la propuesta bajo una estética sencilla pero cuidada.
En el cierre, los postres retoman frutas propias de la región, como el mango o la maracuyá, que aparecen en preparaciones ligeras, lejos de saturar el paladar, explorando combinaciones de temperatura y crocancia. La cocina del chef en Toto se define en ese encuentro entre respeto por la materia prima y una contemporaneidad no ostentosa, una apuesta por sabores limpios y elegancia en cada detalle visible o apenas insinuado, tan característica de la mejor cocina de Río y relevante en la escena actual.