Tras una discreta fachada en el transitado Bulevar Del Hipódromo, Monterosso Trattoria despliega un universo donde la memoria culinaria italiana se funde con productos locales de rigor y técnicas clásicas. Al acceder, el murmullo de la ciudad se atenúa de inmediato: un ambiente tibio emerge de paredes en tonos ocres, acentuadas por vigas expuestas y suelos de madera que absorben cada paso. Pequeños destellos de hierro forjado —en lámparas y estantes— evocan la destreza artesanal del norte de Italia, mientras que la vegetación cuidadosamente dispuesta insinúa frescura sin saturar el espacio; la luz tamizada, de apariencia natural, realza la calidez íntima de cada mesa.
Aquí, la pasta es el eje, resultado de un proceso diario donde sémola y huevo se enlazan en manos expertas, elaborando fettuccine, raviolis y lasaña con texturas precisas. No hay excesos decorativos en el plato: los ingredientes —tomate maduro, ricotta fresca, parmesano rallado al momento— exhiben una nitidez que revela tanto la sobriedad como la confianza en el producto. La lasaña Monterosso, considerada un ícono de la casa, alterna capas de salsa boloñesa densa y sabrosa con una masa fina y elástica, culminando en un gratinado dorado y fragante que invita a un corte preciso.
Las pizzas, desplegadas sobre bases delgadas y corteza quebradiza, mantienen el perfil clásico: notas levemente ahumadas del horno de piedra y coberturas medidas, desde charcutería seleccionada hasta hortalizas de temporada, que preservan el equilibrio sin saturar el paladar. La mirada hacia las regiones costeras aparece en preparaciones como carpaccio de pescado blanco y camarones en aceite de oliva extravirgen, cada bocado resaltando la ligereza y el sabor natural del mar. Los risottos, cocinados con paciencia hasta la textura cremosa, evocan la técnica cuidadosa de la trattoria tradicional.
La carta de postres perpetúa esa fidelidad a los pilares italianos: un tiramisú apenas endulzado, con un amargor sutil de café y cacao, y panna cotta inmersa en frutos rojos, realzando su nota láctea.
La propuesta del chef de Monterosso Trattoria se define por una clara devoción al producto, la preservación del recetario clásico y la elección de no intervenir más allá de lo necesario. Sin adornos superfluos ni artificios, la cocina aquí invita a una experiencia pausada, donde la esencia y la autenticidad guían cada bocado.