En el entramado urbano de Lima, Costanera 700 emerge como un enclave donde la cocina nikkei y el arte limeño de tratar el producto marino dialogan con la contemporaneidad. La transición entre el pulso dinámico de la ciudad y la atmósfera del restaurante se percibe ya en la entrada: puertas de madera oscura, paneles de vidrio y líneas limpias guían la mirada hacia un interior marcado por sutilezas. Aquí, la sobriedad predomina. Los muros de tonos arena y los pisos claros invitan a posar la atención en el juego de luces, cuidadosamente diseñado para resaltar tanto la textura de la madera como el brillo sutil de los manteles. Cada elemento evidencia una intención: piezas de arte minimalista, vajilla de autor y arreglos florales contenidos completan un escenario de refinada simplicidad, donde la serenidad es protagonista.
La cocina que se despliega en este marco encuentra su raíz en el respeto absoluto por la materia prima del mar, un sello que el chef Mitsuharu Tsumura ha intensificado, sin artificios ni estridencias. El concepto permanece fiel a la esencia ancestral limeña: ingredientes fresquísimos, técnicas depuradas y un profundo entendimiento del equilibrio entre sabores cítricos, umami y picantes. El enfoque nikkei aporta un matiz de precisión japonesa tanto en los cortes como en las temperaturas, sellando una personalidad inconfundible al menú.
En la mesa, el desfile es un homenaje a los productos de estación. Los tiraditos se presentan como lienzos sobre cerámica artesanal, donde el pescado -en transparencias perfectas- cobra vida bajo emulsiones cítricas y pequeños toques de ají amarillo. El cebiche, una composición sobria en apariencia, impresiona por la delicadeza de sus láminas y la acidez precisa del jugo de limón, realzada por brotes frescos y la textura crujiente de la cancha serrana. En platos de autor, como el pulpo al olivo –lacado con una emulsión densa y servido sobre una cama de puré de papa andina–, se percibe el deseo de explorar el mestizaje sin perder la pulcritud técnica.
Las guarniciones, siempre pensadas para realzar, no distraen sino que acentúan los matices del mar y la tierra limeña. La carta de bebidas, seleccionada con criterio, acompaña sin invadir, permitiendo que cada sorbo dialogue con la frescura de los platos. En Costanera 700, la constante es la búsqueda de equilibrio: una filosofía donde la innovación responde a las raíces, y el presente a la memoria de sus ingredientes. Así, la experiencia queda marcada tanto por la sugestión visual como por el eco persistente de los sabores.
