Rosetta trasciende la noción de restaurante convencional y se instala como un espacio de exploración sensorial en el corazón de la colonia Roma. Al ingresar, el ambiente traslada inmediatamente al comensal a una casona señorial donde cada detalle ha sido elaborado para dialogar sutilmente con la propuesta culinaria de la casa. Los pisos de mosaico, el verdor de las plantas trepando suavemente por las paredes y la luz que tamiza las estancias construyen una atmósfera donde lo histórico y lo contemporáneo conviven con naturalidad. No es sólo un escenario visualmente evocador: la textura del mobiliario, el eco discreto de conversaciones y la fragancia de pan recién horneado preparan los sentidos para lo que está por venir.
La filosofía de la chef Elena Reygadas se refleja en una carta que gravita alrededor del respeto absoluto por el producto nacional, especialmente aquellos ingredientes que evocan la temporalidad y la biodiversidad de México. La selección de vegetales, flores y hierbas aromáticas mexicanas da cuerpo a platos donde las estaciones dictan el ritmo creativo, logrando que la raíz de un tubérculo o la delicadeza de un hongo silvestre se conviertan en protagonistas inesperados. Se percibe la influencia de la panadería artesanal desde la bienvenida: cada pieza de pan, elaborada a diario, revela perfiles de fermentación y texturas que evidencian un compromiso serio con la técnica y la frescura.
Rosetta no apuesta por la ostentación; más bien, en la sencillez precisa y la reinvención minuciosa de recetas tradicionales, se percibe una búsqueda constante por la autenticidad. Platos emblemáticos como la coliflor rostizada con recado negro, que extrae matices profundos de técnicas mexicanas ancestrales y los lleva a un terreno contemporáneo, ejemplifican este enfoque. Cada montaje en el plato tiene intención: los ingredientes dialogan armónicamente, jugando con volúmenes y cromatismos que anticipan la experiencia gustativa.
La innovación se insinúa en la forma en que lo familiar se presenta inesperadamente: maíces criollos, raíces y hongos no sólo homenajean la tierra, sino que dialogan con estilos internacionales desde una perspectiva local. Los postres se conciben como el remate sutil, donde la precisión y la creatividad logran construcciones de sabor sofisticadas y memorables, muy lejos de la simple repetición de dulces convencionales. La estrella Michelin obtenida por Rosetta reconoce exactamente esta capacidad de articular la tradición culinaria con una mirada evolucionada, en un contexto que respira auténtica identidad mexicana sin concesiones ni artilugios innecesarios.
