Entre las calles vibrantes de Jardins, la fachada discreta de Zucco esconde una de las propuestas italianas más meticulosamente orquestadas de São Paulo. El ambiente transmite una elegancia sin estridencias: maderas claras, líneas limpias y una iluminación suave que invita a la calma, lejos del bullicio. En el salón, detalles como la disposición de las mesas y la selección de arte contemporáneo construyen un escenario en el que la conversación fluye y los sentidos se agudizan, reforzando la importancia del instante compartido alrededor de la mesa.
Cada plato en Zucco parece surgir de una tensión creativa entre tradición y modernidad, un equilibrio que define al equipo de cocina y su filosofía. Para ellos, la herencia culinaria italiana no es solo inspiración, sino un mecanismo vivo que evoluciona en función de los productos de estación, la textura buscada y el diálogo visual del plato. Aquí, la pasta se convierte en auténtico ritual: el dorado pálido de los raviolis recién cortados, el perfume punzante de una salsa de tomate reducida lentamente o el contraste entre la firmeza del al dente y la untuosidad de un ragú, todo trabajado con una precisión que revela la herencia de técnicas ancestrales y la atención volcada al más mínimo matiz.
La carta despliega una secuencia de sabores estudiada: carpaccios finísimos que dejan entrever la calidad intrínseca de la materia prima y antipasti donde ingredientes de temporada protagonizan sin adornos superfluos, como los vegetales grillados apenas salpicados de aceite extra virgen. En el turno de los principales, carnes y pescados reciben tratamientos que subrayan su origen mediterráneo, buscando siempre la armonía entre ingrediente, cocción y acompañamiento. La temporalidad es hilo conductor: verduras asadas en su punto, setas que evocan el otoño, mariscos que aportan brisa marina.
Detrás de cada decisión —desde el plato hasta el maridaje sugerido— se adivina una propuesta culinaria que respeta los cánones, sin caer en la imitación. Zucco prefiere el refinamiento explícito de la técnica antes que la exuberancia gratuita, lo que se observa en la meticulosidad de las presentaciones: vajilla de líneas simples, transparencias que realzan los colores naturales y una estética que rehúye de los excesos, manteniendo la atención en el producto.
Reconocido por su presencia estable en la guía Michelin, Zucco se mantiene fiel a una manera de entender la cocina italiana en la que cada temporada trae consigo nuevas variaciones, y donde la coherencia estética y gustativa presiden el conjunto, invitando al comensal a descubrir un diálogo entre memoria y actualidad.