En la intersección vibrante de Charlone y la calma propia de Villa Ortúzar, Ácido despliega un lenguaje propio dentro del panorama culinario de Buenos Aires. El restaurante se aleja de las fórmulas tradicionales, proponiendo una experiencia donde la acidez, cuidadosa y bien calibrada, se transforma en hilo conductor. Nada aquí resulta azaroso: cada elemento del espacio ha sido seleccionado para resaltar el viaje sensorial que ofrecen sus platos.
Al atravesar el umbral, el contraste entre las paredes de colores neutros y la madera clara de las mesas marca de inmediato una atmósfera contenida, donde la luz compone pequeños escenarios sobre cada rincón. El mobiliario minimalista no sacrifica la calidez, y la discreción del entorno favorece la atención plena a lo que sucede sobre el plato. El silencio parece estar orquestado para invitar a la observación y la espera, potenciando el desenlace de cada preparación.
La propuesta gastronómica de Ácido responde a una filosofía de experimentación rigurosa, donde la cocina contemporánea desafía límites sin perder la esencia de los ingredientes nobles. La carta fluctúa al ritmo de las estaciones y saca partido de productos locales, favoreciendo la aparición de combinaciones inesperadas: emulsiones de tonos vibrantes junto a vegetales poco habituales, contrastes entre texturas crujientes y bases untuosas, y juegos cromáticos que seducen antes de liberar sus aromas. Cada plato revela la preocupación del chef por un equilibrio en el que la acidez no actúa como simple acento, sino como parte integral de la experiencia, redefiniendo el perfil gustativo habitual de la cocina porteña.
Resulta habitual encontrar composiciones que invitan a la reflexión; no existe aquí indulgencia con lo previsible. Un arroz cremoso, tal vez realzado por un fondo acidulado y coronado de encurtidos delicados, muestra el potencial de la técnica y del concepto en partes iguales. Carnes y pescados, trabajados a punto justo, cruzan líneas con guarniciones precisas, siempre buscando el filo entre lo íntimo y lo novedoso. La estética visual nunca permanece en segundo plano: la vajilla y los emplatados redondean la propuesta, sumando matices y profundizando el carácter contemporáneo del restaurante.
Ácido sostiene una identidad rotunda, guiada por la inquietud constante de su chef y una mirada deliberadamente contemporánea. No es un lugar de excesos, sino de matices pensados, donde la atención a los detalles conduce la narrativa y cualquiera que cruce su puerta entiende pronto que la sorpresa se conjuga aquí con la calma.