En el universo gastronómico de São Paulo, Giulietta Fogo e Vino traza una propuesta inconfundible donde el fuego y el vino comparten protagonismo. Su menú se sustenta en la fusión de la parrilla italiana tradicional con elementos del sur de Brasil, aportando una mirada contemporánea sin forzar el contraste. Sorprende un planteamiento culinario donde la madera, en todas sus formas, se convierte en hilo conductor: del sutil ahumado que impregna el aire al calor envolvente que se percibe nada más cruzar el umbral.
La sala, revestida en tonos cálidos y texturas naturales, proyecta una sensación de refugio moderno. La presencia de lámparas suspendidas distribuye una luz suave sobre mesas vestidas de manera sencilla, mientras los detalles de cerámica italiana y rústica madera evocan la herencia mediterránea reinterpretada para la metrópoli brasileña. Esta escenografía subraya una idea que el chef traduce en cada propuesta: honrar el producto y su cocción, permitiendo que la experiencia sensorial comience mucho antes del primer bocado.
Vista la carta, se evidencia un rigor en la selección de insumos: cortes de carne maduros en su punto exacto, verduras tersas de temporada, panes rústicos salidos del horno de leña. Las técnicas a la brasa dominan la escena, lejos del exceso; aquí lo esencial es el respeto por las texturas y la profundidad aromática. El ribeye —seco por fuera, jugoso y cálido en el centro— descansa sobre tablas de madera, resaltando el carácter artesanal del conjunto. Las pastas, elaboradas a mano, y las guarniciones de vegetales asados concentran los sabores en su forma más sincera.
El apartado enológico acompaña esta narrativa: una bodega con referencias destacadas de Italia, Brasil y puntos estratégicos del Viejo y Nuevo Mundo. Los maridajes no buscan protagonismo, sino una simbiosis con el carácter del grill, desde tintos robustos a blancos con matices minerales. Cada copa amplifica el encuentro entre lo ahumado de las brasas y la sutileza de los ingredientes frescos, acentuando la singularidad de la experiencia.
Renunciando a la ostentación, la presentación apuesta por la sobriedad: cerámicas texturizadas en tonos terrosos y platos que se exhiben con un equilibrio entre naturalidad y precisión. Todo responde a una filosofía donde el chef abraza la herencia italiana desde una óptica actual, buscando que cada elemento —del aroma a la leña hasta el último matiz del vino— aporte a una narrativa coherente, sin estridencias, definiendo a Giulietta Fogo e Vino como un referente de solidez y elegancia comedida.
