El despliegue creativo de Marti imprime una impronta reconocible en la escena gastronómica porteña. Basta atravesar sus puertas para percibir una atmósfera de modernidad sosegada: el espacio habla de un minimalismo templado, donde predominan maderas claras y elementos de diseño que dialogan con la luz natural, colándose entre ventanales amplios. Cada línea parece medida para propiciar una desconexión serena, alejando el bullicio de la ciudad y predisponiendo los sentidos a un recorrido deliberado por sabores y texturas.
En Marti, la cocina vegetariana adquiere una dimensión distinta. Lejos de limitarse a rediseñar clásicos o buscar en la nostalgia su punto de anclaje, la propuesta adopta una mirada evolutiva, sosteniéndose en la exploración técnica y una estética casi arquitectónica en cada emplatado. Aquí, colores y volúmenes se equilibran con precisión matemática: capas translúcidas de vegetales laminados, emulsiones ligeras que realzan pero no dominan, y brotes minuciosamente dispuestos construyen un escenario visual que se anticipa al gusto. El uso de flores comestibles o crujientes inesperados agrega detalles que sorprenden tanto en el aspecto como en la textura.
La temporalidad guía la carta, en constante renovación según el pulso de las estaciones. Marti privilegia ingredientes frescos, provenientes de pequeños productores locales, en sintonía con una filosofía que privilegia la sustentabilidad sin imponerla como consigna: lo vegetal no se presenta como una restricción, sino como terreno fértil para nuevas posibilidades. La visión del chef, volcada a una cocina urbana y consciente, reinterpreta la riqueza de la huerta local con un abordaje contemporáneo, orientado a la sorpresa y la profundidad sensorial.
La presentación evidencia un rigor compositivo que evita lo ornamental superfluo. Cada plato funciona como una construcción estética en la que se suceden simetrías pulidas, cromatismos sutiles y juegos de alturas precisos. Ningún elemento parece librado al azar; las vajillas aportan matices adicionales a la experiencia, mientras la disposición meticulosa de ingredientes sugiere una narrativa silenciosa antes del primer bocado.
El reconocimiento de la guía Michelin subraya una apuesta que no se conforma con satisfacer la creciente demanda de propuestas vegetarianas de calidad, sino que aspira a expandir sus límites. En Marti, la innovación se sostiene en el respeto por el producto y el rigor técnico, materializados en una cocina que explora el universo vegetal desde la raíz, sin atajos ni concesiones, marcando un rumbo propio en el mapa culinario porteño.