En el corazón elegante de Recoleta, Roux propone una experiencia culinaria que rehúye lo evidente y revela un enfoque reflexivo sobre la gastronomía contemporánea. Al atravesar sus puertas, el bullicio citadino se desvanece, dando lugar a una sala recogida, donde las luces tenues y el empleo fundamental de la madera generan esa quietud propicia para explorar los matices de la cocina de autor. El diseño interior privilegia la sobriedad: mantelería nívea, vajilla de líneas puras y detalles que se advierten solo cuando el comensal les presta atención, como la calidez del mobiliario que matiza la neutralidad del entorno.
Roux ha logrado perfilar una identidad culinaria en la que resuena la convicción de su chef, destacado por un dominio técnico que nunca incurre en excesos innecesarios. La propuesta privilegia el producto estacional y de cercanía, traduciéndolo en platos que exploran el diálogo entre herencia local y refinamiento europeo. El menú se despliega con cambios regulares, al ritmo de las estaciones, lo que garantiza sabores vivos y texturas que sorprenden sin estridencias. Platos de inspiración fluvial suelen atraer la atención por su presentación precisa, donde el colorido de las hortalizas y el brillo de las salsas revelan una búsqueda de equilibrio tanto visual como gustativo.
El chef, convencido de que la cocina debe transmitir la esencia de los ingredientes, interpreta recetas clásicas con una mirada contemporánea y personal. El protagonismo de emulsiones ligeras, caldos profundamente perfumados y guarniciones que rinden homenaje al paisaje porteño es un hilo conductor de la carta, pero nunca bajo el influjo de la previsibilidad. Es habitual descubrir allí propuestas que elevan variedades regionales a partir de técnicas depuradas, logrando un balance natural entre tradición y creatividad. Cada elaboración revela ese respeto deliberado por la materia prima y una búsqueda estética que complementa, nunca eclipsa, el sabor.
El paso por Roux permite comprender el motivo por el cual figura en la Guía Michelin: su capacidad para mantener un hilo narrativo claro, sin juegos superficiales ni concesiones a la frivolidad de las modas. El resultado es un recorrido gastronómico coherente, inevitablemente personal en la selección de ingredientes y en cada emplatado. Roux invita a degustar la ciudad desde una nueva perspectiva, apostando por la evolución sin romper el vínculo con los sabores esenciales que conforman la memoria porteña.