Bajo la sombra apacible de los árboles de Palermo, El Preferido de Palermo preserva, en cada rincón, un diálogo entre la nostalgia y la actualidad. Adentrarse en su salón es experimentar un viaje sensorial guiado por detalles que evocan la esencia porteña. La luz tenue resbala por paredes de rosa suave, salpicadas de estanterías con conservas y antiguos frascos, mientras los pisos ajedrezados y la barra de azulejos canalizan la memoria de los bodegones porteños, revisitados bajo el lente de la elegancia contemporánea. La vajilla esmaltada, cuidadosamente seleccionada, añade un matiz emotivo: cada plato es servido como en casa, aunque la destreza detrás de cada preparación expone un rigor técnico inusual en la tradición del siglo pasado.
El Preferido se apoya sobre pilares clásicos de la cocina argentina, pero los atraviesa con una mirada analítica y una perfección calculada. Guido Tassi, al timón, centra su propuesta en la calidad del ingrediente y el respeto por los productores locales—un ideario donde la temporalidad manda y cada estación se convierte en protagonista. Su enfoque no busca la sobreelaboración ni la deconstrucción gratuita, sino refinar, realzar y ejecutar recetas históricas con frescura y actualidad. Así, los escabeches (especialmente el de lengua y el de berenjena) aparecen en la mesa con aromas envolventes: vinagres balanceados, notas herbales y colores vibrantes revelan una elaboración minuciosa.
La tortilla de papa, jugosa y dorada, emerge como un símbolo de esa intersección entre lo familiar y lo excelso. El matambre a la pizza—recubierto de tomate, orégano y queso fundente—demuestra técnica precisa en la cocción, consiguiendo una textura tierna bajo un velo crujiente. Las milanesas, servidas con una capa dorada notablemente uniforme, no buscan impresionar por exceso, sino por fidelidad y ejecución. El despliegue de embutidos artesanales de la casa, curados con paciencia, señala con claridad el trazo identitario que deja el chef en su menú: cada pieza remite a la herencia inmigrante y, a la vez, a un paladar hipercontemporáneo.
La carta de vinos ingeniosamente curada y los vermuts reforzan el rito del aperitivo, completando una experiencia donde el paladar porteño se reconoce sin estridencias. En El Preferido de Palermo, la comida es testimonio: un recorte de la identidad local al que se le añade, sin aspavientos, el pulso refinado del presente.
